Jorge Israel Montes Méndez
Vasos comunicantes
11 de noviembre de 2015
Soledad
Una nueva naturaleza del ser
Siempre se ha dicho que está en
la naturaleza del ser humano socializar. Vivir en una comunidad y tener que interactuar
con esta desde el primer momento de la vida, lleva al individuo a acostumbrarse
a la convivencia diaria y a ver como parte de sí a las personas con quienes
tiene lazos más estrechos. Dado que no conoce otra forma de vida, parece
correcto seguir sin alterar el orden con que creció, con el que fue educado. Es
por eso, entre otras configuraciones sociales, que raramente nace la necesidad
de desprenderse de los vínculos y buscar el aislamiento fuera de los entornos
urbanos, donde se concentra la mayor parte de la población.
Muchos no toleran la idea de
estar solos, no pueden permanecer sin compañía y por eso mucho menos buscarán
aislarse en un sitio donde la inmensidad espacial y natural predominen. Alguna
clase de miedo domina a las personas, y por consecuencia de él resultan
incapaces de reducir su interacción a su interior. Rehuyen encarar lo que
compone sus vidas, sus creencias, su historia, la idea de su devenir;
reflexionar sobre el sistema de valores que han adoptado, sobre las bases de lo
que consideran válido y por lo tanto aceptado sin más; cavilar sobre lo que han
rechazado y por lo que lo han hecho.
Encontrase a sí mismo es
también, hacerse. Por la vía que se elija, se hace y se conoce, conjuntamente,
del propio ser, mediante la soledad. El camino que se transita en solitario, es
del que más de aprende, el que más edifica. Las emociones y el incansable
aluvión de ideas, recuerdos, conjeturas, e ilusiones, embate a quien ha decido
dedicar su tiempo para sí y para intentar determinar su esencia.
Puede decirse que es arrogante
buscar la soledad afanosamente, pero hay una gran carga de orgullo en ello, y
esto no es negativo, porque entonces se dará más valía al propio ser en la
medida que supere obstáculos gracias a sus habilidades y no a sus dependencias,
desarrollando otras características positivas para alcanzar lo fijado. El
propio orgullo debe ser considerado como una virtud, por la fuerza y confianza
que requiere conducirse de esta manera.
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