Ver para creer
Todos los días me
insistía con lo mismo, con que contactara a mi amigo de investigaciones
paranormales. Decía que sería interesante y divertido escuchar sus
experiencias.
-Para qué quería
escuchar de esas cosas si no creía en eso-.
Pasaba otro día y
me volvía a decir lo mismo, pero lo hacía de una manera muy particular, la
expresión de su rostro, sus ademanes. Me impactaba.
-¿Sería que mi
amiga se estaba volviendo loca?-. Se ponía histérica porque yo le decía que no
le veía el caso. Cierto día saliendo del trabajo me invitó a tomar un café,
desde temprano la vi muy extraña, como si tuviera varias noches sin dormir. –Karla,
por favor, llámale a tu amigo, quiero que nos platique de todo lo que sabe-. ¡Me
lo dijo con un énfasis tan extraño, que acepté! De cualquier manera a mí me
daba igual el tema, y por lo que pude ver, ella empezaba a mostrar un interés
muy profundo. Así que organicé todo para reunirnos al día siguiente en mi casa.
Cuando Fernanda
llegó, Óscar ya estaba ahí. Los presenté y ella se le fue encima como cuando alguien
tiene un reencuentro con un ser muy querido; estaba muy alegre.
-Lo bueno es que
Óscar es muy cariñoso y amigable y no lo tomó a mal, si no hubiera sido muy vergonzoso-.
En fin, mi querido amigo llevaba todo un equipo de libros, grabaciones, fotos y
su interesante y única manera de explicar todo; además del amplio conocimiento
que tenía del tema. Nos mantuvo entretenidas por horas.
Luego Óscar
mencionó que él podría hablar todo el día de fantasmas y espantos, pero le
surgió la duda de por qué nos interesaba a nosotras si no creíamos en esas
cosas. Ninguna de las dos pudimos responder.
A partir de ahí
los tres nos unimos mucho, nos veíamos frecuentemente y él nos enseñaba sus
investigaciones. Conforme pasaba el tiempo, Fernanda se notaba más demacrada y
enferma, pero yo no la cuestionaba mucho porque era muy reservada. Un día Óscar
propuso que nos viéramos en casa de Fernanda para ver películas, a lo que ella
accedió de mala gana. Llegamos y todo estaba en completo orden, pero pasadas
unas horas, todo cobró sentido, ahora entendía el comportamiento de mi amiga.
Empezamos a escuchar ruidos extraños, la televisión se apagó, se percibía un
olor fétido por toda la casa, las puertas se cerraron y se escuchaban voces muy
feas. Fue difícil, pero logramos salir de la casa. Entonces Fernanda dijo que
ya no sabía qué hacer, que eso llevaba ya varias semanas.
Óscar tomó cartas
en el asunto y fue entonces cuando nos dimos cuenta de la gravedad de la
situación; la cosa que invadía el hogar de mi amiga la seguía a donde fuera.
Lo peor es que
cada vez era más horrible, Fernanda despertaba con moretones en el cuerpo, yo
tenía quemadas en las manos por las veces que intentaba abrir las puertas
cuando esa cosa nos dejaba encerrados y él a veces se quedaba paralizado.
Además los tres teníamos una especie de sueños tenebrosos que nos impedían
descansar por lo menos de noche. Y de lo que veíamos ni hablar, no hay cómo
describirlo. Era algo muy feo, no sé cómo decirlo, un monstruo con la cara oscura, los ojos rojos y unos dientes infernalmente afilados. Su sonrisa, si se le puede llamar así era escalofriante. Atacaba a mi amiga todo el tiempo, sobre todo cuando ella intentaba salir de su cuarto, la mordía, la arrojaba contra la pared. Además cuando hablaba se escuchaba como si fueran muchas voces a la vez. En una ocasión me arrojó un cuchillo al estómago cuando empecé a rezar, tengo esa cicatriz. Muchas veces estuvo a punto de estrangular a Óscar, su fuerza era poderosa.
Por fin después de
tres meses de pasar cosas espantosas, conseguimos que un sacerdote aceptara
ayudarnos. Le llevó tiempo, pero logró sacarnos de todo eso. Aunque también sufrió las consecuencias, ahora utiliza un bastón porque en una ocasión, esa cosa lo arrojó al techo y se le fracturó una pierna. Llegué a creer que
estábamos en un sueño del que nunca despertaríamos.
Hoy puedo entender
que sí hay cosas que tenemos que ver, para creer.
Jazmín Doval
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