jueves, 19 de noviembre de 2015

Relatos.

Desde la ventana

 
Soy la mayor de dos hijas. Yo tengo 11 años, y mi hermanita cinco.
Mientras mis papás trabajan, mi tía Laura nos cuida en casa. Ella es muy divertida; juega con nosotras después de que comemos, nos ayuda a hacer la tarea, y nos cuenta muchas historias.
Luego, en algún momento subo a mi cuarto y desde ahí descubro el otro lado de las cosas.
Todo el tiempo me preguntan si no me aburro de estar largas jornadas en mi habitación. Dicen que soy rara; yo creo que todos tenemos cosas raras que sólo nosotros mismos sabemos. Pero eso es otra cosa.
Estar en mi cuarto es muy interesante, no es que ande de chismosa, pero lo que veo me sirve mucho para mejorar mi opinión de los vecinos.
El vecino de enfrente tiene mucho dinero. Desde mi ventana puedo ver todos los lujos que tiene en su casa. Se llama Diego, es un señor solitario como de cincuenta años que parece que no quiere que nadie lo vea. Siempre se viste con trajes oscuros y anda a toda prisa.
Su vecino del lado izquierdo, don Miguel, también vive solo. A diferencia de la de  don Diego, su casa es muy pequeña, pero siempre la tiene muy limpia y ordenada. Es muy trabajador, y siempre está dispuesto a ayudar a quien se lo pida.
Al lado derecho de don Diego, vive don Tomás con su esposa Tiaré, y su hijo Daniel, de ocho años. ¡Los tres son muy serios!
Cuando entran a sus casas empieza la función. El señor Diego todos los días pide comida a domicilio. Mientras disfruta de su pedido, se sienta en su sorprendente sofá y  toma una copa de vino. Luego pone música clásica y saca un montón de fotografías que revisa detalladamente una por una con lágrimas en los ojos.
 -Quisiera saber quién aparece en las fotos-. Pero lo mejor, mi parte favorita, es cuando enciende el televisor y comienza a reír a carcajadas con Los Simpson.
Don Miguel por su parte, nunca hace lo mismo. Al parecer sabe de todo. Un lunes por ejemplo, observé cómo reparó una televisión, el martes arregló la tubería de su cocina, y al día siguiente empezó a fabricar una mesa. Por si fuera poco, en ocasiones nos obsequia pasteles, y yo veo desde mi habitación que él mismo los hornea alegremente.
En la casa de los tres integrantes se ve que son muy unidos. Después de comer, los tres se divierten por horas con los videojuegos. Algunas veces el señor Tomás enseña a Daniel a pintar, y su mamá le enseña a tocar el piano. Verdaderamente increíble es lo que le enseñan un par de personas que los visitan cuatro veces a la semana; ballet. Me encanta observar esas clases.
Si no fuera por mi ventana, jamás hubiera imaginado las cosas que mis vecinos hacen.

Jazmín Doval

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