Jorge Israel Montes Méndez
Vasos comunicantes
24 de noviembre de 2015
Misantropía
Elogio al desprecio
Qué otro camino se puede tomar cuando se observa al egoísmo en su
esplendor, hacia dónde más se puede ir cuando se sabe que instituciones y
hombres están corrompidos, que el vicio es una plaga que afecta a casi la
totalidad de la población, cuando la conciencia se ausenta, cuando no existe un
juicio propio, cuando todo lo que se critica, se termina haciendo, cuando solo
se es un parasito de sus prójimos.
Cómo reaccionar ante el despotismo de otros, ante su arrogancia
injustificada, ante una pesada carga de valores negativos: falta de ética,
moral que imita a la de todos, que sigue lo convencional.
Qué se puede hacer cuando se grita a la cara de alguien que busque
algo más, que no siga lo dispuesto por otros, que se aleje de lo pernicioso de
ciertas conductas o personas; cuando se sugiere, se aconseja positivamente y no
se obtiene más que indiferencia.
Qué hacer para contrarrestar el avance de la ignorancia y el culto
hacia la misma; cuando el anhelo posee al ser y lo lleva hacia la embriaguez;
cuando lo hunde en la comodidad, cuando lo inmoviliza en una vida precaria, lo
extermina y lo desecha.
Por qué admirar y ambicionar lo prosaico, ¡qué tonto es aquel que se consume por la envidia!
Por qué admirar y ambicionar lo prosaico, ¡qué tonto es aquel que se consume por la envidia!
Qué heroicidad ostentan quienes viven por y para el crimen, por
qué nuestra cultura y nuestras sociedades tienen que tomar como estandartes a
quien se jacta de sus fechorías, por qué tienen que ser vistos como los
caudillos de la actualidad.
Cuando no se es auto crítico y, por lo tanto, no se puede ser
crítico con otros, entonces se aceptan las cosas sin imaginar si existen otras
formas de realizarse y la ovación y la alabanza se otorgan a lo más absurdo que
se pueda encontrar.
Al estar cansado de todo eso, el camino que se tiene que tomar es
la misantropía, el desprecio es la paga que se tiene que dar a quienes viven
sin escuchar las advertencias, no de alguien más sabio, pero sí de un ser
analítico y que no se limita a decir la verdad, que prefiera la honestidad, con
toda su crudeza por sobre la mentira que es misericordiosa.
Por eso el desprecio debe considerarse como refugio
de quién se encuentra hastiado de la estupidez y la ceguera de quien tiene
cerca y que por fuerza ha de soportar. El desprecio es lo único que merece un
ser perdido, cuya estéril vida lo único que puede hacer es contaminar la de los
otros.
Alejarse de ese virus es necesidad primaria, aunque al buscar
alejarnos de esa bacteria, terminemos por huir hacia la nada; es un precio
aceptable que merece ser pagado para que nuestra mente permanezca pura.
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