miércoles, 18 de noviembre de 2015

El extraño mundo de Tim Burton

Karla Cristina Pérez Santana



Charlie y la fábrica de chocolate



El cine de Burton, como el de pocos, permite un viaje a través de lo imposible, utilizando  las herramientas del lenguaje cinematográfico para abrir puertas como si fuesen llaves mágicas.
Con “Charlie y la Fábrica de Chocolates” Burton nuevamente nos traslada a un universo fantástico, de ciudades con casas algo chuecas que se equilibran bajo reglas propias. Inventa formas, estéticas bellas y frágiles que sustentan a sus personajes igualmente frágiles. Su cine es de fábula superficial y simple que esconde, bajo un orden aparente, sociedades complejas, cerradas y cínicas. 

 Este film   también se sumerge en este clima virado a gris, pero el género  a fin de cuentas es para niños. Está cargada de ingenuidad, se pone del lado de los buenos y no del lado de los insufribles, en un mundo que finalmente poco tiene que ver con el que habitamos y mucho con el  que anhelamos.

En medio de la ciudad la fábrica de chocolates se alza como si fuera un misterio. Y cuando logramos entrar, el mundo bizarro, extraño, aunque hermoso, nos deja afuera. Es el mundo del extraño Wonka y de los  umpa lumpas. El paseo de Willy Wonka con los  niños a través de la fábrica de chocolate es el de un viaje hacia la infancia y la imaginación. La fotografía colorista, luminosa y fantástica es una manera más  aproximada a la irrealidad.


La premisa argumental de la película está tomada del libro de Roald Dahl, cuya adaptación cinematográfica es llevada a cabo por John August. El guión de la película es una perfecta recreación del mundo fantástico del libro, e incide en temas como la infancia, la humanidad contra la vanidad y el valor de la familia. Se trata de una bella recreación de un universo fantástico basado en los cuentos de hadas, donde los diálogos esconden historias misteriosas y fabulosas, narradas por personajes entrañables, como el abuelo de Charlie. La comicidad también está presente para aportar esa necesaria recreación de la imaginación. Los personajes responden a ciertos arquetipos de las historias de fantasía: Willy Wonka puede ser visto como un mago del chocolate, el abuelo como el maestro sabio que cuenta historias sorprendentes y los Oompa-Loompas como duendes mágicos.


Tim logra una fábula efectivamente conmovedora, bella, amable y entrañable. La Fábrica de Chocolates de Wonka  es, en manos del director, una reflexión   a todos aquellos seres con cualidades desagradables: la niña ambiciosa, la malcriada, el que no puede parar de comer, todos son apartados y sólo sobrevive el niño de corazón puro. La bondad enseñanza es un valor absoluto, una bondad transparente que no da paso a segundas lecturas ni interpretaciones.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario