La ciudad que adolece
Jorge Israel Montes Méndez
LA CIUDAD QUE ADOLECE
La ciudad está herida y la ausencia del sol no hace más que acentuar sus lesiones.
Morelia, la urbe de cantera rosa, símbolo de su orgullo, está ahora ennegrecida por la carencia de consciencia histórica de los protestantes que la atacan constantemente; de oleada en oleada, como el mar, que las arenas de la playa no dejan de afluir, los inconformes destruyen la estética del lugar.
Las fuerzas que empujan a la antigua Valladolid al abismo, son cada vez mayores, los esfuerzos de la ciudad por no perder terreno ante sus agresores son inútiles, parece que de la caída no pueden salvarla la rehabilitación de plazas, de avenidas, ni festivales de cine o musicales. Para ver la miseria de la ciudad hay que observar con ojos que salgan un poco de su realidad, de su cotidianidad y que se atrevan a mirar sin doblegarse por el dolor. Hay lugares o escenas en las que resulta evidente la impetuosa invasión de la pobreza. Ni las partes donde se concentra la riqueza están exentas de ver deambular por sus calles a los desfavorecidos personajes que mendigan entre un local comercial y otro.
La
demagogia de los eventos, que un día que exaltan a las culturas indígenas del
estado, las campañas que promueven el turismo y las actividades para los
periodos vacacionales y de asueto, no
tienen un impacto directo en la resolución de los problemas que enfrenta la
principal ciudad michoacana, en cambio, son una puerta abierta para la
corrupción y el desvío de recursos.
Las noticias no dejan de hacer alusión a la pésima calidad de vida que existe en el estado y en la capital del mismo. Los periódicos, las páginas de internet, emisiones radiofónicas, programas televisivos, informan que el índice de desempleo aumenta, dan cifras acerca de los crímenes cometidos, de las zonas en que más atracos se registran al día. Hablan también de bloqueos, marchas, tomas, huelgas, protestas, vandalismo; de situaciones de ingobernabilidad.
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