LITERATURA Y VIDEJUEGOS - EL LLAMADO.

H.P. Lovecraft fue considerado un gran innovador en el género literario del terror y de la ciencia ficción, reputación ganada principalmente por haber creado su propia mitología conocida ya mundialmente, la mitología de Cthulhu.

Si bien de la inmensa cantidad de figuras que H.P. ideó, Cthulhu es una de las más recordadas por los lectores de éste autor, su influencia, sobre todo a partir de los años 60’s, se ha convertido en algo inmenso que ha influenciado toda clase de películas, series, novelas e incluso videojuuuegos de terror y ciencia ficción. Véase pues el ejemplo de la serie de comics Batman, donde los villanos con padecimientos mentales son recluidos en el asilo Arkham, siendo Arkham una creación de H.P. , una ciudad que según los relatos del escritor, su importancia radica en que en ella está la universidad de Miskatonic, residencia del único ejemplar del libro Necromicón, siendo éste a su vez un conector entre este mundo y el de seres sobrenaturales. Tal vez así se explique que por la demencia de los que ahí residen, el asilo de Arkham sea una conexión a otro mundo, un mundo perverso.

Era lógico pensar que una obra llena de ficción y terror como la de Lovecraft tuviera rápidamente su entrega en los videojuegos, sin embargo no fue hasta el año de 2006 que por fin llegó. Call Of Cthulhu: dark corners of the earth, nos narra la historia de Jack Walters, un detective que despierta en la década de los años 20 de un letargo en el manicomio, (nótese la relación con el asilo de Arkham), y volviendo a su oficio de investigador, es enviado a resolver la desaparición de un joven en un pueblo “olvidado por dios”: Innsmouth. Las cosas se complicaran para Jack cuando se encuentre entre pueblerinos hostiles que harán todo porque Jack se vaya o muera, ya que esconden un oscuro secreto, son parte de una secta que quiere traer a Cthulhu a este mundo. El protagonista llegará al punto de descubrir que se esconde en este pueblo y enfrentar uno de los peores seres Lovecraftnianos, Cthulhu.

por Juan Valenzuela